¡Qué días aquellos!, en los que antes de las continuas lesiones, podía disfrutar de la sensación aunque dolorosa, agradable a la vez, de los pies oprimidos por unos gatos, quizás excesivamente ajustados, para depurar grado y dedos sangrantes de tanto tocar la roca.
San Juan (2010), un día de fiesta después de una noche atronadora, no tan solo por los restos de alcohol que recorren aun mi organismo si no por los incesantes estallidos de los petardos que amenizan una de las noches más cortas del año.
Que mejor terapia de xoc que buscar un lugar tranquilo donde practicar el boulder que no es otro que el parque Güell, obra maestra de Gaudí, cuyos muros laterales alojan unos de los boulders mas carismáticos y atrayentes que conozco, no solo por la paz que se respira en este entorno abrazado por una masa boscosa considerable donde siempre hay un trasiego de caminantes y corredores mientras unos cuantos nos deleitamos con catar una piedra sabiamente colocada y muy parecida por no decir igual a muchas de las existentes en las zonas de escalada próximas al área de Barcelona con lo que no solo entrenas fuerza si no también la visualización de muchos de los movimientos que luego repetiremos en las vías de la pared.
Además sus cantos y regletas finas nos pondrán los dedos a tope y seguro que nos servirá para conseguir mejoras de grado si venimos con asiduidad. Por si fuera poco si restamos en el lugar hasta la puesta de sol divisaremos como se pone tras el Tibidabo aportando una chispa de belleza que bien seguro no nos defraudara. Por si tenemos fuerzas al acabar la travesía mirar una de las almenas que adornan este muro, la cual está preparada con un canto picado en su parte alta para ser subida, debiendo de hacer un bloqueo de un invertido en la piedra de la base y tras alcanzar un borde a media altura coger el citado picado con confianza para irnos hasta arriba y ojito de no caer.
Por mi parte lo dejaremos para el próximo día, que no me quiero hacer daño...
Saludos.
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